EDIFICIOS HISTÓRICOS (II). CASTILLO DE LOS VELEZ

El Castillo de Vélez-Blanco está situado en el municipio de Vélez-Blanco, en la provicia de Almería. Fue mandado construir por el Adelantado de Murcia Pedro Fajardo y Chacón, tras su nombramiento como Marquéz de los Vélez concedido por los Reyes Católicos. Cuando Pedro Fajardo se instala en Vélez-Blanco, fija aquí la sede de su nuevo señorío y emprende la construcción de su castillo-palacio sobre los restos de una antigua e importante alcazaba islámica que se levantaba en el cerro que domina la villa.

En 1506 se comienzan las obras del nuevo castillo sobre los restos de la antigua fortaleza, acabándose poco después, en el año 1515. Su construcción se inicia con una primera fase de estructura gótica, que pronto se cambia a otra de estilo renacentista, símbolo de los nuevos tiempos y de una nobleza más culta que rompe con la vieja tradición medieval y muestra el espíritu de los tiempos modernos.

Constructivamente el castillo consta de dos zonas bien diferenciadas, una primera situada hacia el sur, de planta rectangular, queda separada de la segunda, el núcleo principal del castillo, de planta exagonal con torreones de protección en los ángulos. La unión entre las dos zonas se realiza a través de unos arcos que protegen la pasarela de entrada donde en principio debió quedar el puente levadizo.

El denominado Patio de Honor de este castillo es una de las obras maestras del primer renacimiento español, siendo de planta alargada y algo irregular, donde destaca la rica decoración escultórica que presentan los intradós y las enjutas de los arcos rebajados, así como en las cornisas, los pilares de la balaustrada; los capiteles y sobre todo los marcos de ventanas y puertas. En ella abundan los grutescos, figuras fantásticas que combinan elementos animales y vegetales, propios del arte de la Italia del Quattrocento. El ala sur de este patio presenta doble galería de cinco arcos rebajados de transición al renacimiento, con escudos de los Fajardo y los Cuevas en las enjutas. En 1945 es cedido al Museo Metropolitano de Nueva York.

Un aspecto importante de este castillo es su enorme Torre del Homenaje, de casi veinticinco metros de altura. De base macizada en piedra y estructura por pisos, contaba con escaleras desmontables en madera, que podían eliminarse en caso de peligro aislando su nivel superior como último lugar de defensa.

Otro detalle singular del castillo es la proliferación de elementos decorativos en él, como las características esferas que aparecen rematando sus almenas.